Hay siete
escalones.
En este una navaja
de canalla y filosa.
En otro hay un bate, estilosa
dura caricia, punta de acero.
El próximo lo acaparará el veneno, de
mentes claras atrofiador en la Historia.
En el cuarto puesto descansan unas pastillas,
paradójica química de la que ¿te has de fiar?
El quinto lugar lo preside la clásica espada, orgullosa
asesina de un gran rango de no sólo insignes amantes.
No falta tampoco la tan querida horca, sempiterno justiciero de los
que por encima de Dios y los sabios repartieron soberbia al mundo.
Al final la grisácea pistola te deja una rápida opción al poco sufrimiento 
[tras
todo el pesar, la metálica y fría muerte posmoderna vacía de 
[valor dramático.
Arriba del todo hay una mujer morena. Pelo negro ondulado la corona 
[sobre labios carmesís,
vestido rojo enfundado en cuerpo de infarto. No me digas que te cuesta 
[demasiado ascender.

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