Bajo el cielo nuboso y sin estrellas que este pueblo se merece, mi vista solo alcanza a ver hipocresía, traición, autocomplaciencia y sueños rotos no mezclados, agitados, en copas de güisqui que, entre risas forzadas, persiguen una felicidad que nunca llega.

El abrazo, disueltos en calor abrasador y sabánas, de la mujer cactus.

Encerrado entre barrotes de plastilina que no quiero partir.

Camina por una calle pavimentada con las lápidas de sus errores.

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