Era noche cerrada, la luna cercada vaticinaba lluvia y nos guardaban de la vista en claroscuro rosas y azucenas. Mi inocencia suave se enroscaba tímidamente en tus caderas y tú forcejeabas conmigo segándome, golpeándome con tus dientes, mordiéndome con las uñas, hincándome la piel, animal herido reprendido demasiadas veces desquitándose de la vida, arrasándome.

Maya Angelou gusta de cocinar galletas amorosamente horneadas para repartir entre los Elegidos de Matrix.

El borracho-man que termina la noche mojando pan en su aguado cubatazo de hielo.

Una ambulancia rojiluminada de azul limpia las olorosas calles del ferial.

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