Era noche cerrada, la luna cercada vaticinaba lluvia y nos guardaban de la vista en claroscuro rosas y azucenas. Mi inocencia suave se enroscaba tímidamente en tus caderas y tú forcejeabas conmigo segándome, golpeándome con tus dientes, mordiéndome con las uñas, hincándome la piel, animal herido reprendido demasiadas veces desquitándose de la vida, arrasándome.

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